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    que residia allí, el corsario ingles Georg Shelvocke, confundido equivocadamente con Clipperton, puso a saco la costa adyacente de la isla durante varios dias. Algunos años despues, en 1744, cuando pasó por Chacao como náufrago i prisionero el guardia marina ingles John Byron, el gobernador residia tambien con su corte en Chacao. Parece que los gobernadores antiguos no residian oficialmente en Chacao, pero pasaban allí durante los veranos para recibir "los navíos del Real Situado".

    En 1768 fué abandonado, en virtud de una órden del Gobierno, por los peligros que ofrecia el paso del canal de Chacao i se trasladó el puerto a San Cárlos, llamado hoi Ancud. Los habitantes de Chacao se resistieron en mayor número a mudar de residencia i abandonar sus queridos hogares. Hubo que apelar a medidas violentas para obligarlos a establecerse en San Cárlos. El gobierno español se vió en la necesidad de quemar la iglesia, suspender las férias i prohibir la entrada de buques por el canal. El señor Vidal Gormaz refiere estensamente estas medidas violentas [n 1], miéntras otros autores mas o ménos contemporáneos (Carlos de Beranger [n 2], Agüeros i Moraleda) no las mencionan. Sin embargo no se puede dudar del hecho, pues es confirmado por Darwin [n 3]. Se dejaron subsistir las fortificaciones débiles en defensa del canal de Chacao, segun lo que nos relata Menendez.

    A fines de 1856, navegando a bordo de la "Janequeo" en compañia del ilustre i malogrado marino Francisco Hudson i otros oficiales mui distinguidos de la Marina Nacional, tuve ocasion de visitar Chacao. Me pareció un lugar delicioso. Es rodeado de hermosos bosques, que en esta situacion abierta a todo sol i abrigada del viento Sur ostentan una lozania poco comun. No admira que sus habitantes se hayan resistido a separarse de este sitio ameno. Residia en la poblacion de pocas casas dispersas un misionero franciscano del mismo hábito a que perteneció Menendez. Este amable sacerdote me dió algunos informes. De la antigua importancia de Chacao como único puerto de Chiloé quedaban pocas señales: restos de una fortaleza inmediata al puerto, unos cañones abandonados en el bosque, en el sitio de uno de los fuertes antiguos, e innumerables fragmentos desparramados en la playa de "piscos" quebrados, vasijas de barro, que habian venido de Pisco en el Perú con aguardiente "en el barco de Lima" (B. Vicuña Mackenna).

    Se vé que el consumo de este artículo tan apetecido como funesto era mui grande en la época de la colonia, a pesar de su precio exorbitante. Actualmente ya no se trae desde léjos en los buques del cabotaje, sino


  1. Viaje de esploracion, 1871, p. 9.
  2. Relacion jeográfica de Chiloé publicada por don Nicolas Anrique, 1893, p. 25
  3. Viaje de un Naturalista, edicion alemana 1844, t. II, p.28.