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Echas las prevenciones, que juzgué necesarias para un viage, que no podemos fixar a cierto, ni determinado tiempo, para el que me havilitaron mis compañeros los misioneros de Chiloe, algunos bienechores y aun la misma gente, que me acompañó llebando algun bastimento de sus casas, y algunos llebaron para mas de tres meses, solo con el fin de descubrir la Laguna de Nahuelhuapi [1], sali de la Ciudad de Castro, Capital de las


  1. Nuestro viajero vuelve a ponerse nuevamente en campaña: Debia creerse que se sentiria desalenme por no haber podido atravesar en su viaje anterior la Cordillera ni ménos alcanzar el objetivo final de su espedicion. Su fama de esplorador sin duda se hallaria seriamente comprometida. Sabemos que aquel resultado negativo no era imputable a su falta de pericia en la esploracion de la Cordillera, sino a la deficiencia de los datos de que disponia i que le habian inducido a acometer la entrada por dos diferentes lados. Felizmente no se desanimó, i lo mejor fué que sus mismos compañeros de viaje, los Barrientos i los milicianos i soldados, hicieron una cuestion de honor del descubrimiento del lejendario lago, ofreciendo espontáneamente su cooperacion para una nueva tentativa. La nota anexa al diario del viaje anterior relata bien estos antecedentes; vimos que los misioneros i algunos vecinos entusiastas ayudaron tambien con sus donativos.

    De esta manera esta importante espedicion se organizó sin apoyo oficial alguno i solo por contribuciones voluntarias—sin duda un hermoso ejemplo de abnegacion, que contrasta con la práctica de nuestro tiempo en que todo espera la iniciativa o intervencion del Gobierno.
    Del mismo modo que las espediciones anteriores éste tambien se hizo con la vénia de la autoridad local, que era el gobernador D. Pedro de Cañaveral Y Ponce. Poeeemos pocos datos sobre este funcionario, quien