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ejercian todavia por algun tiempo, despues de la destruccion de la mision, cierta jurisdiccion allende la Cordillera.

Un oidor, dando fé a las aserciones del "Derrotero de Rojas", i autorizado por la Real Audiencia escribió en 1719 una carta a los Césares, enviándole de amnuense D. Nicolas del Puerto. Un indio llevó la carta i llegó con ella a Buenos Aires pura, pedir algun socorro de caballos; el autor de las notas del "Derrotero" vió en esta ocasion esa carta. El mensajero se fué sin conseguir el ausilio pedido. Se cree que le mataron los indios puelches u otros, porque en una entrada que se hizo de Chiloé por el alzamiento de dichos puelches, la carta apareció en poder de un indio no conocido; ella fué reconocida como auténtica i de su propia letra por el mismo Nicolas del Puerto, quien habia venido a Chiloé en calidad de gobernador o jeneral como se acostumbraba llamar a dicho funcionario en esa provincia.

Este cuento lleno de coincidencias maravillosas, propias de todos los cuentos que se relacionan con la fábula de los Césares, fué comunicado por el comentador del "Derrotero de Rojas", quien escribió sus notas, a que nos hemos referido ya ántes, en Buenos Aires por el año de 1740 [1]. No indica, la fecha de la entrada mencionada. El alzamiento de los puelches, que la motivó, estuvo tal vez en relacion con la sublevacion jeneral de los indios acaecida en 1723, en que fueron destruidas casi todos las misiones i entre ellas tambien la de Culé, segun hemos referido ántes. Parece que esta "entrada armada" fué la última de las que se hicieron a la otra banda de la Cordillera i que solian salir del fuerte de Calbuco.

No tenemos noticia que partida alguna haya llegado hasta las orillas del lago durante el período de receso que siguió. Las entradas de los puelches a Calbuco i Chiloé emprendidas con el fin de maloquear, o solo a las playas del Golfo para mariscar, cesaron tambien, desde que el gobernador Pozo conminó con la horca a todo puelche que bajara a la costa (Menendez). De este modo quedó cortada por muchos años toda comunicacion entre una i otra banda. Tanto los indios como los moradores de Chiloé conservaron solo débiles tradiciones de las relaciones estrechas que habian existido ántes entre ellos. La exuberante vejetacion de los bosques creció con rapidez i borró por completo los vestijios de los caminos que unian las dos comarcas i que se habian abierto a fuerza de tan grandes sacrificios.

Debido a esta prescindencia, las autoridades del Archipiélago en esa época mencionan apénas la estinguida mision de Nahuelhuapi.

El virei Manuel de Amat, uno de los mas hábiles i laboriosos funcionarios de la Colonia, quien hizo adjudicar la administracion de Chiloé al vireinato del Perú para propender de un modo mas eficaz a su defensa

  1. Angelis, t. I; Amunátegui, t. III, p. 521.