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las aureolas de los Marcialitas, tendreis que admitir que las noches mas bellas son las noches de Marte.

Y cuando el trueno retumba convulsionando la atmósfera con sus ondas, y el lívido relámpago esteliza las gotas de la lluvia y el rayo silva en las capas del aire...... todas aquellas luces, y todos estos ruidos y toda esta pompa Marcial infunden un misterioso respeto por el gran código que rije los mundos y los disemina en el espacio como simples vibraciones de la eternidad.

Ah! qué desgracia! volar de mundo en mundo, de vida en vida, llevando siempre el alma como núcleo...... llegar al pedestal de la gloria y de las ilusiones en el mas rosado de los planetas, y volver á la Tierra á contemplar las mismas tormentas, los mismos valles, los mismos rostros...... ¡qué desgracia! subir tan alto para hundirse tanto!

¿Por qué ley de la Naturaleza existen séres que no llegan á la satisfaccion suprema de su deseo?.... Pero ah! deliro...... el recuerdo de la mas hermosa de las tormentas de Marte me hace olvidar los respetos sociales, y las consideraciones que tanto el Doctor, como yó, debemos á la familia de nuestro complaciente cicerone.

¿Deseais lector que continúe? Bien lo comprendo—quereis que no me deje dominar por tanto brillo.

Bajo un dosel de Laureles y Jazmines, de Mirtos