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—"Es que tanta agua, al evaporarse, me empaña el objetivo, y causa de Vd. he perdido dos de los elementos del Asteroide número 748."

—"¡Setecientos cuarenta y ocho!" exclamé atónito, "pero si en la tierra solo se conocen unos cien!"

—"Sí, pero observad que desde Marte, la distancia es mucho menor á las órbitas de los Asteroides," dijo el cicerone.

—"A mí no me importan los elementos de esas piedras perdidas que para nada sirven," continuaba. el zoólogo.

—"Ignorante!—Ni á mí los bichos que V. estudia."

—"Es que yó le destrozaré el telescopio."

—"Y yó le haré comer los renacuajos...... Cállese que el asteroide ha andado ya dos grados."

—"Y vd. guarde silencio porque mis animalitos se espantan."

Y todo esto con voces tan estentóreas é insoportables, que despedazaban los tímpanos.

Los otros Sophopolitas habituados á aquellos alaridos, pasaban sin hacer alto.

—"Pobres sábios!" exclamé en un arrebato de compasion "en todas partes son lo mismo; siempre mal humorados, y con no poca frecuencia impertinentes!"

Seguimos nuestro camino, y un momento despues, la espléndida mesa del Sophopolitano se os-