—" A donde gusteis;—vuestros resplandores son especiales, y revelais por ellos que habeis sido consagrados recientemente. Todas las puertas de Sophopolis estan abiertas para vosotros."
—"¿Debemos esto á Seele?"
—"Era vuestro destino. Por ahora, debeis aceptar mi casa, y cuando os hayais satisfecho,—en lo que trataré de imitaros—supongo no tendreis inconveniente en asistir á la sesion de la Academia de Sophopolis."
—"Con el mayor placer."
De pronto oimos una vociferacion horrible, semejante á la de una bandada de lobos persiguiendo... cualquier cosa.
—"¿Qué es eso?" preguntamos atónitos al cicerone.
—"Nada," contestó este sonriendo. "Son dos sábios cuyas casas están situadas la una frente á la otra. Uno de ellos es astrónomo y su telescopio sobresale por uno de los balcones á la calle; el otro es un naturalista, un zoólogo, que se ha dedicado con especialidad, últimamente, al estudio de los anfibios y á cada momento arroja grandes cantides de agua á la calle... ¿no ois?"
—"Eh! no sea Vd. impertinente y caprichoso," decía el astrónomo.
—"Y Vd. no me moleete con su telescopio que á cada momento parece pronto á precipitarse sobre mis colecciones," contestaba el zoólogo.