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Habíamos combinado ya nuestro plan de ataque á una de las puertas del templo para arrancar el secreto que guardaba, cuando se abrió una puertecilla secreta y apareció el personage, alto, meditabundo, leyendo en su cartera y lanzando, como todos, sus resplandores rosados. De cuando en cuando levantaba los ojos, pero nó para mirar, sino para hacer resaltar más su profunda abstraccion.

Al pasar cerca de nosotros, le oímos estas palabras:

"Dada la cantidad de oxígeno que encierra un volúmen determinado del gas producido por la evaporacion de un Sophopolitano, averiguar los medios de quemar los barrios de Theopolis con todos sus habitantes."

Y se alejó, y doblando en direocion á Sophopolis, le perdimos de vista.

Nos miramos, y no pudimos menos de compadecer al soñador.

—"Recuerdo algo terrestre," dijo el Doctor.

—"¿Qué cosa?" preguntó.

—"Una ocurrencia de un examinador que proponía el siguiente problema á un examinando: 'Dada la altura de una torre, averiguar el nombre del sacristan.' —'Falta un dato,' observó el examinando.—'¿Cuál?'—'La fé de bautismo del sacristan.'"

—"Pero nosotros no hemos tenido siquiera la