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Ante aquel anacronismo, el pueblo ignorante sé podría maravillar, es decir, un habitante de Theopolis.... los que ocupaban la otra nave sonreian.

Comenzó la ceremonia, por un coro de Theopolitanos, única ocupacion en que se distinguen un poco, pero sus voces carecian de alma, lo que, segun parece, está en íntima armonía con ellos. Algunas voces eran buenas, en cuanto al sonido simple, pero el mismo recojimiento de los productores, las contienen en sus impulsos, muy problemáticos por otra parte.

Las luces que rodeaban todos los cuerpos brillaban con mayor intensidad, tristes, pálidas, sepulcrales, las de unos,—vivas, rosadas, intensas las de los otros;—pero sus resplandores se fundian de tal manera, las pálidas con las rosadas, que parecian amalgamarse en un solo destello, así como las tintas del crepúsculo son una fusion de las del dia y de la noche.

Cuanto mas examinaba aquel fenómeno, tanto mas extraño me parecía.

Acerquéme, acompañado del Doctor, al prisma sobre el cual estaba tendido el Voltaire Marcial, y observamos que habia disminuido de volúmen; su luz, antes rosada, había palidecido, participando de todos los caractéres de la aureola de los Theopolitanos.

La hora suprema llegaba.

El Gran sacerdote (como los de todas partes) se