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—"Si," contestó el procesionario, "puede decirse que todos los dias."

—"De manera que en el espíritu de cada Sophopolitano existen los elementos de un Voltaire?"

—"Peor aún la conversion es instanstánea."

Un fenómeno que hasta entónces no había atraido mi atencion me maravilló en extremo. Los resplandores del anciauo, del Voltaire Marcial, eran tan pálidos y tan ténues que se hacían imperceptibles; pero en cambio, la reverberacion, la condensacion de luz que había sido determinada por los numerosos procesionarios llegaba á tal grado, que parecía una nube de ilusiones que iba á resolverse en torrente de ilusiones, así como las nubes de la Tierra se precipitan en cristalinas gotas.

Miré al Doctor; le llamé.

Pero el Doctor no me oyó.

En aquella nube de luz condensada, flotaba el punto blanco, vivo, suave y puro;—puro como la gloria celeste, suave coma la aureola de un espíritu, vivo como el aroma de un azahar, blanco como la luz del dia;—...

Y acercándome más hácia el Doctor

—"Que es eso?" le pregunté."

—"Alma del alma que nadais en un cielo de ilusiones, venid á mi!" exclamó sin responder á mi pregunta.