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claridad, en tanto que nuestra vista revela á nuestro espíritu un fenómeno maravilloso.

En Theosophopolis no se conoce la luz artificial, y aunque en realidad esta luz ha sido en la Tierra la mayor de las conquistas humanas sobre los misterios del progreso latente, en Marte no ha sido necesario hallar este gran elemento de civilizacion, ¿sabeis porqué? por una razon muy sencilla: cada uno lleva en sí toda la luz que necesita para sus necesidades y para los sus semejantes;—es como una aureola magnífica y rosada. tanto mas intensa cuanto mayor es la oscuridad de la noche, de manera que cuando dos Marcialitas se encuentran en la calle, confunden su luces própias en una reverberacion espléndida.

—"Observe, señor Nic-Nac", me dijo el Doctor, "que vuestro cuerpo esparce luz rosada, muy diferente de la que nos envió Seele en el momeoto de la consagracion, pues aquella era azul-verdosa, pálida, fosforescente, y esta tiene resplandores que vivifican."

—"Es igual á la vuestra, Doctor, é idéntica á la de los habitantes de esta ciudad. ¿No opinais que debemos permanecer durante algun tiempo aquí para contemplar este neorama sin igual?"

—"Sí y es muy posible que seamos testigos de alguna escena nocturna; aunque en verdad, no sé cómo atreverme á decir que la noche nos circunda, porque es tan vivo el resplandor de los Sophopoli-