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—"Tenemos la fosforescencia para que no nos devoren."

—"Pero vos sois médico!"

—"Es verdad! en ese caso los devoraré yo á ellos."

CAPÍTULO XI
La ciudad Marcial

El gato negro había sido nuestra brújula.

En el momento en que el Sol lanzaba sus rayos mas oblícuos á la vasta llanura, y un vapor sutil se elevaba de la campiña florida, el Doctor y yo, precedidos por el gato negro, penetrabamos en una gran ciudad, cuyas innumerables torres se doraban por el lejano destello del astro agonizante.

Hasta aquel momento no habíamos visto un solo habitante de Marte, pero al llegar á la ciudad distinguimos muchos de ellos que cruzaban precipiadamente las calles ó bien se asomaban por los balcones preguntando algo á los transeuntes, y cuando estos habian contestado, cerraban las persianas y aparecian un momento despues en la puerta de calle de la casa, cambiaban signos y emprendian la marcha hácia uno ó varios puntos de la ciudad.

Ignoro por qué misterio mayor aún no oiamos lo que hablaban, pero habiéndolo hecho notar al Doctor, este me dijo que "no era extraño", respuesta que podría ser muy científica, pero que no satisfizo mi curiosidad (opino que el médico hablaba por ha-