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hubiera nada mas que hacer en este mundo—digo mal, en el otro.

Algunas florecillas sonreían tambien con sus pintadas corolas, y embalsamaban el ambiente con las ondas de sus suaves aromas—ya no me temían. Los azahares volvian á desplegar toda la pompa de sus amores, y el Mirto derramaba la fecundidad en torno de sus hojas humildes; el Laurel esparcía la gloria de su manto, y los Musgos se tendian á su sombra como un tributo al habitante de la Tierra consagrado.

Experimentaba vivos deseos de hablar, pero de hablar con un indivíduo que me entendiera, ó á quien yo pudiera entender, porque si bien es cierto que Seele al darme fosforescencia me había trasmitido fuerza, no me había dicho una sola palabra respecto del idioma que hablaban los habitantes de Marte.

Podía muy bien suponer que aquella fosforescencia haría las veces de una idioma, pero y si... permitidme una reminiscencia terrestre:—"no entiendo una palabra de Inglés ¿habla vd. el castellano?" — "No, but I understand it very well"—Demanera que si me sucedía algo análogo con un habitante de Marte podría muy bien recitarme ciertas odas, ciertos poemas, ciertas rimas, y por mas que me recitara no entenderle. ¿Y si para ellos el lenguaje de los signos no existía? Tendría que valerme de la fosforescencia;......medio muy eficaz, se-