las arrastran hasta el fondo del valle, las brisas mas suaves y mas tibias acarician los bosques de Limoneros que brotan en este, para mas tarde, ondas de perfumes, trepan las faldas escarpadas del Nevado, llevándole un tributo paradíseo.
consagracion
Comenzamos á trepar la falda del Nevado.
Miramos hácia el valle. Un manto lúgubre se tendía paulatinamente sobre él.
Un vapor indeciso cubría los Limoneros;—los azahares habian caido deshojados, y las Flores del aire, marchitas y arrugadas, confundian su color con el color de los Musgos.
Un rumor extraño ajitaba los bosques y la llanura;—las aves se recojían en las ramas de los espesos Laureles, y los insectos de brillante matiz apagaban el reverberar de sus alas esmaltadas.
El oro y la plata, el cobre y el plomo, se desagregaban en las vetas del Nevado, y parecian convertirse en impalpable polvo, bajo el impulso de no sé que extraño misterio.
Los rumores aumentaban en el valle, y las aves aturdidas buscaban mas tupido follaje.
—"¿A donde vamos, señor Seele? ¿qué rumores son estos?"