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Aquel espiritista se llamaba Friedrich Seele, ó si quereis su nombre en castellano, Federico Alma.

Nadie ha llevado nunca un nombre mas bien puesto.

Muchos hay que tienen el apellido de Torres, y sin embargo, son de una estatura menor que la mediana; otros ostentan el de Leon, y he conocido algunos que huían de un gato.

Pero Seele, ó mas bien Alma, era como una concesion suprema de la verdad á la realidad. Aquí no había contraste, ese chocante contraste de los Torres y los Leones, porque si alguna vez ha existido sobre el mundo un alma corporea y tangible, ha sido en la personificacion de Friedrich Seele.

La vida material se había sublimado en él por decirlo así, transformándose sus manifetstaciones en una série de fenómenos psíquicos, análogos al que presentaría una vision perceptible é intangible á la vez, como la de ese gato negro que desde hace algunas horas persigue con su forma inmaterial el poder de mis sentidos.

Seele, y este nombre ya lo indica, era Aleman, y en su espíritu noble se había concentrado toda la fuerza pensante de su nacion, todos los sueños, todas las nieblas, todos silfos, todas las bellezas, todas las luces que nacen, brillan, vuelan, vagan y coloran él espíritu de Alemania.

Versado en todas las ciencias físicas y morales, le era igualmente familiar la interpretacion de un