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tro buen humor era allí el tiempo, i no se nos pueden acriminar estas prevenciones atmosféricas, cuando se piensa que en las ciudades, la lluvia solo moja a caras mal ajestadas. En las poblaciones uno puede proporcionarse un gran número de diversiones i entretenimientos bajo techos, pero allí la lluvia nos privaba de todo; pasear era imposible, no podiamos dar dos pasos en el bosque sin quedar mojados como patos. Nos veiamos pues obligados a encerrarnos en nuestra casita de tela i tocar constantemente la guitarra. No sé quien ha dicho como en chanza que en el paraiso i siempre solo paraiso, sin el mas pequeño pedazo de infierno para variar, al fin se aburriria; ¿que seria de él si se hubiera visto condenado a tocar siempre la guitarra?. Luego no nos quedaba otro arbitrio sino permanecer en la carpa o bien ir cerca del fuego a calentarnos oyendo conversar a la jente. Es verdad que contaban historias bastante curiosas, hablando del peon que se habia quedado atras en el Peulla, para cuidar las cabras, i de la repugnancia que habia manifestado para esa comision; se pusieron a discutir sobre lo que podia infundirle temor; dijeron que ciertamente este hombre no podia temer a los leones, atraidos por el perfume del cabro i de sus amorosas compañeras, pero si, a los brujos i duendes que parece se compiacen en atormentar a los pobres seres humanos.

Como estabamos en el primer dia del año, a falta de otras diversiones, i no teniendo en la vecindad ninguna bella a quien poder ofrecer, como es la moda, nuestra fotografía: fuimos Lenglier i yo, a sentarnos al vivaque de la jente. Uno de los peones que habia trabajado mucho tiempo como maderero referia muchas cosas mui interesantes de los Peuquenes o jenios de la montaña.

Dejemos a un lado por un momento las palabras de hoyas, portezuelos i todos los términos jeográficos i oigámosle hablar.

Los Peuquenes, son unos hombrecitos, que llevan vestidos hechos con hojas de avellano, con costuras, o sin costuras, el cronista no nos dice nada a este respecto; no nos dice tampoco si son impermeables, o no. Estos pequeños leñadores tienen un sombrero de corteza, una hacha i su mango, hechos de palo de avellano; es el avellano que da todo el material del vestido, como la hoja de parra lo dió a nuestros primeros padres. Lo pasa el Peuquen, paseándose en el bosque, derribando árboles con solo un golpe de su hacha de palo, no para alimentar su fuego, porque, como lo veremos mas tarde, le gusta al Peuquen calentarse en el fuego del vecino. Lo que hai, es que el Peuquen derriba árboles, i como muchos honrados chilotes se ocupan en eso, sucede que el Peuquen encuentra colegas. Pero !ai de es-

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