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CAPÍTULO II.
Rio Peulla.—El Techado.—Viaje de los peones al pié del Boquete.—Combate singular.—Marcha por las orillas del Peulla.—Boquete Perez Rosales.—Tronador.—Ventísquero.—Altura del Boquete.—Calor sofocante.—Contrariedades.—Paso de la cordillera.—Panorama.—Arribo a Nahuelhuapi.—Construccion del bote.—Vestijios de espediciones anteriores.—Supersticion de los chilotes.—Bote.—Escursion al rio Frio.

23 de diciembre.—Mártes al rayar el alba, los hombres se pusieron en marcha, cada uno con su carga, para trasportarla hasta el punto a donde habian llegado el dia antes. El tiempo era bellísimo, i del pié del árbol en donde escribia estas lineas, veia resaltar sobre el azul del cielo la cabeza calva del Techado, de la cual se desprendian blancos chorros de agua. El Peulla corria a mis piés con un agradable murmullo; preciosos picaflores con el pico agudo sumido en el cáliz de las flores para chupar su jugo hacian oir el ruido de sus pequeñitas alas.

De repente me interrumpieron los gritos de un peon que habia ido en busca de agua, ¿qué es lo que podia detener al honrado Pedro, mi camarero privado, en las funciones de su cargo? porque, como el maitre Jacques de Moliére, unía a las funciones de cocinero, las de camarero, sin tener como este último un traje particular ni señal alguna de cada oficio; corrimos a la orilla i por las indicaciones de Pedro, vimos flotar sobre el agua dos bolas negras, que parecian pertenecer a seres anfibios; eran cabalmente las cabezas de dos nutrias que habian sido perturbadas en su cita acuática por el honrado Pedro, i que habiéndose echado al agua se dejaban llevar por la corriente. Con una sangre fria i una intrepidez digna de elojios, Pedro se echó al agua, armado de un palo; una de las nutrias salió para descansar en una pequeña lengua de arena; allí se trabó entre el animal i Pedro un combate singular, de nuevo jénero, que mostró toda la intrepidez que puede abrigar el pecho de un isleño chilote. La nutria queria morder las pantorrillas de Pedro, Pedro le daba de palos; al fin el animal aturdido quedó sin movimiento; entónces, Pedro sin contenerse, dotado de tanta sagacidad como de valor, se quitó la chaqueta, envolvió delicadamente al animal para evitar sus mordeduras i nos le trajo triunfalmente. Una oda épica habria sido de rigor en ese momento, pero la dejamos para mas tarde, cuando estuviésemos en vena poética i principiamos la inspeccion del animal. El pelo era gris cenicienta, media de la cabeza a la estremidad de la cola, 80 centímetros, la cola solo tenia 25; las patas eran con membranas, las