Una vez llegado a Puerto-Montt, me ocupé en hacer los preparativos para el viaje, aunque a la verdad hubiese tiempo suficiente, porque estábamos en invierno i no se podia pensar en emprender la marcha ántes que principiase el verano. La falta mas notable en mi otra espedicion fué el no haber tenido un mayordomo, para manejar los peones. Yo tenia bastante que hacer al ocuparme de la parte científica, para tener tiempo que consagrar a la direccion de la jente: tenia que establecer los puntos de estaciones, designar tal o cual peon i la carga que debia llevar. Esto era demasiado para uno solo, i me escojí un mayordomo. Me hallaba indeciso si seguiria el mismo camino que en la espedicion precedente. Un aleman me habia propuesto conducirme en tres dias a Nahuel-huapi por la boca del Reloncaví; i para animarme a aceptar sus proposiciones, me aseguraba haber hecho ya este viaje en ese corto tiempo. Todo esto era mui dudoso, no obstante era bien tentador, por dos razones: primero, porque por ese lugar existia el camino antiguo de Bariloche que traficaban los misioneros españoles en otras épocas, i habria sido mui importante el descubrirlo; en segundo lugar, se podian ahorrar muchos víveres i tiempo con este corto trayecto, pero ¿i si fracasábamos en la tentativa? Esto me decidió a tomar el camino por los lagos de Llanquihue i Todos los Santos.
Vicente Gomez, de quien he hablado ántes, que habia ya atravesado el Boquete, i que de lo alto del cerro de la Esperanza habia