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de pedreros, tripuladas por sesenta i dos hombres de los mas infatigables para el trabajo, se hizo el competente apresto de víveres, maroma, caballos i de cuanto se presumió era oportuno para vencer los obstáculos que debia oponerles la corriente del rio. Por fin, todo ya prevenido, se hicieron a la vela en el puerto del Cármen el dia 28 de setiembre de 1782.

Aunque la violencia de la corriente les dió desde luego bastante trabajo, viéndose en ocasiones obligados a llevar a remolque las embarcaciones, la decidida voluntad de los atrevidos esploradores supo allanar los inconvenientes que hallaban en la naturaleza i en el carácter por instinto suspicaz i veleidoso de los pobladores de aquella tierra. Cuando el viento les soplaba favorablemente desplegaban las velas de sus chalupas; cuando arreciaba el ímpetu de la corriente i se veia la imposibilidad de poder avanzar a fuerza de remo, se sirgaba, atando a las chalupas una fuerte maroma que las caballerias arrastraban desde la orilla contra el curso natural del rio: nunca desmayaban en su propósito de llevar a término el viaje emprendido.

A los cincuenta i ocho dias (10 de noviembre de 1782) despues de haber partido del Cármen, llegaron a la grande isla de Choelechel, formada por dos brazos del rio que en aquella parte se dividia para unirse un poco mas abajo. Esta isla que se halla situada casi en la medianía de su curso, creia Villarino que distaba del Cármen setenta leguas, pareciendo estar hácia los 39° de latitud: es bastante estensa i en algunas puntas presenta una vejetacion risueña i pasto en abundancia. En el dia la isla del Choelechel está dividida en tres o cuatro islas por brazos del rio que la cortan.

Miéntras proseguian su navegacion divisaron un dia por la orilla del rio algunos indios que, segun ellos dijeron, caminaban con direccion a la cordillera. Deseoso Villarino de captarse su amistad creyendo le seria útil i que podrian darle noticias a cerca del nacimiento del rio i de los estorbos con que tendrian que tropezar en la continuacion de su viaje, los trató con benignidad, afreciéndoles regalos de aguardiente i tabaco que aceptaron de mui buena gana. Al principio correspondieron con agradecimiento los agasajos de los españoles; pero poco tardaron éstos en convencerse de que la amistad de sus nuevos compañeros era mas de temer que de desear. La codicia de esta jente es proverbial, i cuando de grado no consiguen lo que pretenden, tratan de adquirirlo por la fuerza. Villarino que se veia importunado a cada momento con las molestas instancias de sus