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que mas valor tiene, es la pluma que se vende en el Cármen; dos choiques dan una libra i vale 40 pesos papel, o sea 2 pesos fuertes; las plumas pertenecen al cazador que ha boleado el choique, como tambien las patas, cuyos nervios sirven a las mujeres para coser las huaralcas; el resto del cuerpo se divide entre los diversos indios que lo persiguieron i se come en la noche. En el guanaco lo que mas vale es el cuerpo que pertenece al boleador, la cabeza al principal de la partida, i el resto se distribuye igualmente entre los demas. Hecho esto, todos los indios se reunieron otra vez a la caballada. El viejo Puelmai esplicó el itinerario que se iba a seguir i nos pusimos en marcha del mismo modo que ántes.

Míéntras que se avanzaba, la caballada, los diversos grupos de indios iban a ocupar al galope las alturas dominantes, situándose delante de los caballos que marchaban en línea, a fin de caer sobre los guanacos i avestruces que vinieran a su alcance. Los terrenos por donde caminábamos eran formados de valles sucesivos comunicándose entre sí por quebradas en las cuales el poco de agua que se filtraba de las colinas vecinas entretenia el pasto, erupciones de rocas en varios puntos dominaban sus cimas formando pequeñas mesetas, análogas a la gran meseta que habiamos atravesado para venir de Huechuhuehuin al Caleufu. Una sobre todo, al pié de la cual nos habiamos detenido para la ceremonia de la sangría, era notable por su elevacion, nos sirvió de señal para venir derecho al vado cuando volvimos de la caza. Así, caminando i los indios siempre cazando, llegamos al ponerse el sol a la entrada del valle en donde debíamos pasar la noche; la caballada recibió órden de descender por la garganta principal i de detenerse en donde se encontrase un poco de agua i en donde los indios, desparramados por todas partes debian reunirsenos; descendimos i como a dos millas se encontró una quebrada cuyo fondo era mui estrecho e inclinado. Columnas de conglomerados de piedras i arcilla, erupciones de cenizas volcánicas endurecidas tapizaban las cercanías i en un punto en donde el fondo de la quebrada suavizaba su declive, un poco de yerba verde indicaba la presencia del agua; inmediatamente los caballos que no habian bebido durante todo el dia manifestaron su satisfaccion con relinchos repetidos. Los indios echaron pié a tierra, i pisoneando el suelo con los piés formaron positos en donde se juntó un poco de agua turbia. Poco a poco fueron llegando todos; los caballos se desensillaron, se manearon i se dió principio a los preparativos de la cena encendiendo Dionisio el fuego del vivaque de Inacayal en