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por otro a Chiloé, pasando en balsa aquella laguna, i doblando los Andes por el pié del Tronador bajó por el rio Peulla, balseó la laguna de Todos los Santos, i prosiguiendo su viaje por tierras pantanosas llegó a la ensenada de Reloncaví, donde se embarcó para Castro. El 23 de febrero estaba ya de regreso en su misión desandando los mismos caminos en balsas i a pié, cargando sobre sus hombros i los de sus indios las herramientas i demás útiles necesarios para la construcción de su iglesia. Los que después de un siglo i medio hemos hecho el mismo viaje provistos de botes ya de madera, ya de guta percha, botas fuertes i demás aprestos acomodados a las dificultades i obstáculos que para su tránsito opone allí la naturaleza, no sabemos que admirar mas, si la fortaleza de aquellos padres que tan desprovistos las acometian, o su piedad, pues que viajaban enseñando a sus indios las oraciones i doctrinas en medio de tan escesivas fatigas. Penetrados de tanta constancia los indios que lo acompañaban asi como también los que habian quedado con el padre José Guillermos; tomaron parte activa, a pesar de su habitual indolencia, en los trabajos de la nueva iglesia, que cuanto ántes edificaron en el lugar indicado. En ella reunian los padres cada dia los pocos indios que moraban por aquellos contornos, a ella convocaban frecuentemente sobre todo en los dias festivos, que les enseñaron a respetar; i hacian frecuentes escursiones por los lugares mas remotos en busca de aquellas almas por cuya salvacion tanto se interesaban. Ni el estenso valle de Nahuelhuapi ni las faldas i quebradas de la cordillera eran entónces como ahora lugares desiertos, sino que estaban pobladas por los Puelches, i mas numerosas eran todavia las tribus que vivian al norte i sur de aquella laguna, denominadas Poyas del Norte i Poyas del sur, de los cuales algunos restos se conservan todavia. En todas partes aplaudieron los misioneros la buena voluntad con que los salvajes los recibian, la constancia con que se aplicaban a oir sus instrucciones, i a aprender sus doctrinas, i la docilidad con que muchos las abrazaban. Causaba grande i agradable admiracion la memoria que conservaban aquellas jentes de la predicación del padre Mascardi, el aprecio que hacian del bautismo los que de su mano lo habian recibido, i la perfeccion con que muchos de estos recordaban todavía los oraciones i doctrinas testualmente como él se las habia enseñado; i de ellos las aprendieron los nuevos misioneros, i las escribieron para enseñarlas a los demas. Aunque sus costumbres no eran puras, i habian olvidado en tanto grado las ideas primitivas sobre el matrimonio que habian adoptado la poligamia sino tambien la poliandria, sin embargo