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ban cargados en caballos i los condujeron hasta Patagónica. Celestino me dijo que esos náufragos hablaban ingles, pero no pudo decirme si eran ingleses o norte-americanos. Por este hecho no obtuvo recompensa alguna; probablemente porque esta acción, que honra tanto a nuestro Celestino, fué ignorada del cónsul Americano o Ingles, o quién sabe si Celestino tuvo el trabajo i otros el provecho. Se habia hallado en varios combates con los indios de la pampa i era mui entretenido oirle contar sus hazañas, Miéntras que conversábamos juntos en el toldo del tio Jacinto, éste, para honrar dignamente a sus huespedes, mandó a Dominga que preparase un plato de muchi[1]. El muchi es un fruto pequeño, de color violado cuando es maduro; tiene un hueso bastante grande en comparacion del fruto, pero la cáscara tiene un gusto a corteza de limon mui agradable; restregando los frutos con las manos cae la cáscara en un plato donde hai agua, i él todo mezclado dá un licor de color violado, bastante sabroso. Por fortuna, se nos sirvió a cada uno en platos apartes, porque quién sabe si la vista de lo que pasó despues, nos hubiéra puesto en la imposibilidad de tomar el licor en el mismo plato con el tio Jacinto i sus dos mujeres. Los tres se habian puesto al rededor de un gran tiesto con muchi; se echaban puñados de cáscaras a la boca, chupaban el jugo, i las escupian otra vez en el plato; mezclaban otra vez el todo con las manos, i volvían a echarse a la boca otro puñado, í así siguieron hasta haber agotado enteramente el jugo que pudieron dar las cáscaras.

A la noche comimos como de costumbre carnero asado, i nos fuimos a dormir.

27 de febrero.—Este dia como a las doce, llegó el viejo Huincahual con su segunda mujer. Tenia un sombrero de paja i un poncho; de léjos parecia un honrado campesino que venía de dar una vuelta por su hacienda acompañado de su esposa. Traia manzanas en sacos, i luego que se apeó, mandó que se le trajese una piedra pomez para hacer chicha; restregaba las manzanas contra lo aspero de la piedra, i lo molido caia a un cuero; en seguida, tomaba puñados i se los echaba a la boca, esprimia el jugo i arrojaba el resto.

Despues de haberle dejado los primeros momentos, me acerqué a él i trabé conversacion, con la ayuda de Gabino Martinez que me servia de lenguaraz. El viejo me recibió bien, pero me dijo que no podia contestarme nada de decisivo ántes que llegase Inacayal.

28 de febrero.—A la noche volvió Inacayal de su visita a los toldos

  1. Duvanna pendens (D C).
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