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acostumbradas a ver frecuentemente a sus maridos, en guerra abierta con la temperancia i el equilibrio; i lejos de reñirles, los atienden mucho, les traen pellones para que se acuesten, les desensillan el caballo i procuran hacerlos dormir; tampoco tendrian el derecho de reconvenirlos desde que ellas mismas, son tan aficionadas al aguardiente i suelen acompañar a sus maridos a beberlo.

La noche era magnífica, el horizonte relucia con los fuegos encendidos por los indios que andaban boleando huanacos en las lomas lejanas. La bóveda celeste resplandecia con millones de estrellas.

Tendidos en nuestra cama, no podiamos dormir, a causa de los ladridos continuos de los perros, i nos pusimos a estudiar astronomía en el libro que teniamos encima de nuestras cabezas; miéntras tanto el jóven Chiquilin nos ensordecia tocando una maldita corneta, ocupacion a que se daba todas las noches, hasta mas de una hora despues que todos se habian acostado; con él se concluia el ruido, i la tolderia se entregaba al sueño: nosotros, ménos aconstumbrados que ellos a los ladridos de los perros, i a las multiplicadas caricias de ciertos bichitos asquerosos (pediculus); no nos dormiamos sino mui tarde.

Los perros son de cria de galgos un poco mezclados; es la única clase de perros que podria correr al huanaco o al avestruz.

26 de febrero.—Inacayal no habia llegado, i tampoco Huincahual. Esperándolos pasábamos el tiempo conversando con Celestino Muñoz en el toldo del viejo tio Jacinto.

Los habitantes de este toldo eran siete: el tio Jacinto, sus dos mujeres: Manuela i Dominga, Celestino Muiïoz, el dragon, venido como chasque de Patagónica, i los tres ilustres perros de Jacinto, cuyos nombres no echará en olvido esta verídica historia: se llamaban, Chapago, Molina i Jaramillo. El tio Jacinto era hombre de edad, tenia una cara de mui buena espresion, de cuerpo mas bien gordo que flaco, hablaba castellano, i habia hecho muchos viajes a Patagónica; hombre de carácter mui tranquilo, el tio Jacinto no debia ser mui terrible en los malones: preguntándole un dia, cuantos habia presenciado en su vida, me contestó que ninguno; En el jenio belicoso de los indios, el tio Jacinto debia ser el único de su especie. Repartia sus afecciones entre sus dos mujeres i sus perros. Estas dos compañeras no le habian dado ningun hijo. Manuela atacada de elefantiasis, tenia las piernas enormes, i Dominga que parecia ser todavia la primera en las afecciones del viejo tio, descendia de los indios que vivieron cerca de la mision de Nahuel-huapi, i era de humor vagabundo; a