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ció todo lo que decia este caballero, respecto de sus escursiones en las pampas. I despues me dijo que efectivamente, habia corrido el rumor de que yo llevaba aguardiente envenenado; que él mismo, asustado al principio, i uno de los primeros informados, habia hecho prevenir a todos los caciques. Que se habia tenido un parlamento con todos los jefes vecinos, pero que él, Huentrupan, reflexionando que esos rumores no podian ser sino mentiras, habia abogado en mi favor, para que no solamente, no se nos hiciese ningun daño, sino tambien para que Paillacan nos diese el paso prometido para Patagónica.

Nos confirmó la noticia de la fuga de los dos peones, que habia dejado como rehenes en lo de Paillacan, encontrándose en ese momento, en poder de otros indios cerca de sus toldos; le hice notar entonces a Huentrupan que, si yo hubiera sido un hombre sin palabra, podia haberme ido sin llevar los regalos de rescate a Paillacan, ya que mis peones no estaban en su poder, pero que queria cumplir fielmente con mi palabra, siguiendo hasta Lalicura, residencia de ese cacique.

Huentrupan me prometió mandar un chasque a los toldos donde se hallaban mis hombres para avisarles mi llegada.

Relato aquí el modo como se efectuó la fuga, segun me lo contó uno de ellos, que volví a ver en Valdivia, porque como se verá mas abajo, no pude verlos mas ántes de mi vuelta a esa ciudad. Temiendo que los indios que los maltrataban mucho, no acabasen por matarlos: golpeados por Paillacan i Quintunahuel su hijo, (así me ocultaban lo que realmente se habia pasado), Soto i su compañero Diaz se habian escapado de Lali-cura; subiendo la cordillera, habian atravesado el Caleufu cerca de su orijen, no teniendo que comer sino el fruto del muchi. Como tenian zapatos, i caminaban por las arenas de las pampas, facilmente se les podia seguir el rastro; así es que, unos indios los habian alcanzado i conducido a sus toldos, situados a tres leguas al Norte de los de Huentrupan, en donde se hallaban en el momentos de mi pasaje.

Hice regalos a Huentrupan; me retornó una oveja i mandó al indio Pulqui en busca de mis hombres. Comimos la oveja con un gusto fácil de concebir, despues de la carne de caballo de la víspera. Volvimos a reconocer a las chinas, aquellas que habiamos visto en el viaje para Valdivia, saludándolas con el nombre de Lamuen (hermana). Eran casi todas donosas i cristianas, muchas de ellas nacidas en la província de Valdivia. Huentrupan, el mismo, habia sido criado en las orillas del lago de Ranco. Esas mujeres eran trabajadoras incansables, se conocia por la cara risueña que tenian en medio de sus faenas, que