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Arsquilhue, las cordilleras se van estrechando mas i mas. Luego llegamos a Maihue, a la casa del cacique Cayu-antí: allí estaba Juan chileno; detuvimos los caballos junto a la cerca, porque segun es costumbre entre indios, cuando uno llega al frente de la habitacion, aunque sea vecino i relacionado de la casa, debe uno esperar montado en su caballo. Nadie puede pasar adelante sin permiso i conocimiento del dueño: luego que se ha tomado noticia de dónde viene el transeunte, i qué intencion lo trae, salen las mujeres a barrer el frente, i a acomodar lo preciso para el recibimiento del huésped. En una ramada cerca de la puerta de la casa, ponen pequeños bancos, cubiertos con pieles para las personas de rango, i tienden otras en el suelo para las demas personas de la comitiva. Tan pronto como se concluye esta operacion, se acerca a sus huéspedes el dueño de la casa, les dá a cada uno la mano, les convida a que se apeen, i les señala los asientos: entónces principia la plática. Lo mismo pasó con Cayu-antí; Juan chileno me introdujo al cacique, que ya me conocia de reputacion. Juan tenia una venda en un ojo: el dia precedente habia habido borrachera, de que participó tambien el calumniador Melipan, i cuando Cayu-antí hubo sucumbido, él i su grande vaso, bajo los ataques repetidos del agua de fuego, entre Juan chileno i Melipan se trabó una pendencia. Quién sabe si no fué por la nueva Helena. ¡Amor! tu perdistes a Troya, pero esta vez, casi hicistes perder el ojo izquierdo al desgraciado Juan, porque Melipan con los laques, le dió un bolazo en la frente; i como suelen ventilarse estos asuntos entre los gentlemans de esas comarcas, Melipan fué sentenciado por Cayu-antí, a pagar a Juan una multa de cuatro ovejas, i a la mañana siguiente, los dos adversarios eran tan amigos como ántes.

Cayu-antí, me recibió con mucha majestad, se trajeron pieles i nos sentamos uno en frente del otro; pude mirarle a mi gusto. Era un hombre bastante grande i gordo, pelo negro, tez morena: estaba vestido con chamal en las piernas, es decir un poncho envuelto, i otro en los hombros; la cabeza cubierta con un sombrero cónico. Deseando manifestar que no eramos huéspedes ordinarios, dió órdenes para que se cocinase una cazuela en nuestro obsequio. Yo conversé un rato con Melipan, que negó todo lo que se le acriminaba respecto de las calumnias de que habia sido el autor. Cayu-antí embrutecido por la borrachera de la víspera, no despertó de su entorpecimiento, sino cuando a vinieron avisar que la comida estaba lista. Entramos Lenglier i yó, nos sentamos a la mesa; Cayu-antí al frente de nosotros, como a dos pasos de la mesa, teniendo detras a su mujer