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con esa leccion principié la marcha a pié; un poco mas lejos se apearon todos, era preciso bajar perpendicularmente; los caballos rodaban arrastrados por su peso. Al fin despues de dos o tres horas de mucho trabajo, encontramos un rio mui torrentoso llamado Follill que pasamos siete veces; en una de estas pasadas mi caballo poco diestro, cayó i me echó al agua; me sumerjí hasta el pescuezo, corriendo el riesgo de ser arrastrado por la corriente que es mui grande; fué preciso caminar todo el dia mojado, no habia tiempo que perder, ni ropa que mudar; a la noche alojamos en un lugar nombrado Chihuihue, cerca de la casa de un indio cristiano; una vieja nos regaló un plato de arvejas hervidas en agua que comi con tanto gusto como si hubiera sido un guiso mui delicado i digo regalado porque ya no teniamos que dar en cambio de alimento.

16 de enero.—Al alba salimos. Argomedo i el peon Vera caminaban a pié por estar todos los caballos estenuados; atravesamos algunos malos pasos, un rio, i llegamos a Maihue: allí encontré a un indio chileno, Juan Negron, que vivia en la otra banda con el empleo de lenguaraz, i que volverá a aparecer mas adelante en esta relacion. Pasamos dos rios mui torrentosos, cuyos nombres i descripcion daré a la vuelta, i al fin entramos en un gran potrero lleno de frutillas; nos hartamos con esta fruta delicada i llegamos a la casa, situada en la otra estremidad del potrero; allí fuimos bien recibidos. En la noche llegó el dueño del potrero, don Manuel Florin, de Valdivia, que puso su casa a nuestra disposicion.

Allí tambien conoci a un viejo chileno, Matias Gonzalez, que habia vivido mucho tiempo con los Pehuenches, i cuyos conocimientos de las costumbres e idioma indios aprovecharé volviendo de Valdivia.

17 de enero.—El sábado orillamos el lago de Rancoi llegamos a Futronhue.

18 de enero.—El domingo por la mañana llegamos a la casa de don Fernando Acharan, que estaba entonces ausente. La mujer del mayordomo, cuñada de Cárdenas, nos recibió bien i nos ofreció leche; quiso detenernos allí para que descansásemos, pero teniamos prisa de llegar a Valdivia i continuamos nuestro camino. A medio dia estábamos en el potrero de Malo, en la casa de don Jacinto Vasquez. Cuando llegamos no estaba en su casa, i como el traje que llevabamos era mui poco decente, su mujer i cuñada, viéndonos de lejos llegar al galope, se asustaron al principio, pero cuando nos acercamos i nos vieron en compañía de Cárdenas a quien conocían, se tranquilizaron. Allí esperamos a Cárdenas que fué a casa de su madre