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esa provincia, algunas mentiras sobre nosotros, Cuando estaba en Puerto Montt, habia escrito al Gobernador de la Union, para que me enviase un lenguaraz; me mandó al tal Montesinos, pero este individuo me dijo que no conocia a los indios del Limai, que era casado, padre de familia, en fin, que no podia acompañarme. Volvió a la Union, le pagué jenerosamente su viaje, recomendándole bien antes de salir, que no dijese nada de mis proyectos; i el pícaro hizo todo lo contrario. Con el Pehuenche mandó decir: que al Sur, iban a bajar de la cordillera por el Limai, unos estranjeros con fusiles, bien armados, i que antes de poco tiempo, tendrian que conocer la que valian los cristianos, etc., etc. No se necesitó mas, Trureu-pan, cacique de estos parajes, tipo superlativo de Sancho Panza, se enflaqueció de inquietud, i se puede comprender el alboroto que hizo el indio de la víspera, cuando trajo noticias que parecian corroborar lo que habia dicho Montesinos. Trureu-pan mandó un correo o chasque a Huentru-pan, el último cacique en el camino del Oeste, i entonces comprendimos porque, saliendo de los toldos de Antinao, habiamos visto bajar de los cerros situados adelante un número considerable de indios con sus lanzas. En el momento que Cárdenas me decia que pasasemos sin demoramos, nos alcanzó al galope un indio que nos invitó, o para hablar mas francamente, nos ordenó de parte del cacique, que fueramos a los toldos. Este individuo era un indio falsificado, porque era chileno, transfugo de la provincia de Valdivia, como me lo dijo Cárdenas, i cuyo padre desempeñaba el cargo de policial en aquella ciudad. Lenglier que había vivido allí algun tiempo, conocía tambien al dicho policial. Los ranchos de Trureupan estaban en la orilla opuesta de un riachuelo, i mientras que nos dirijiamos hácia ellos, vinieron varios indios montados, haciendo encabritar sus caballos a nuestro rededor; unos con ademan amenazador, otros con aire de amistad: nuestra seriedad los desconsertó. Al fin nos paramos en un bosquecito de esa orilla. Villarroel, Argomedo, Guaraman i Vera se quedaron allí, yo pasé al otro lado con Lenglier i Cárdenas, i nos apeamos. El cacique Trureu-pan era un verdadero hombre globo; y nos dijo que era preciso esperar i asistir a un parlamento al cual habia convocado a su vecino el cacique Huentru-pan.

En efecto, poco despues llega Huentru-pan con sus mocetones; eran como cincuenta armados de lanzas, teniendo a su cabeza un indio que tocaba la corneta. Ya Trureu-pan se habia sentado en el suelo encima de unos pellejos, Cárdenas i yó a su frente. Los indios de Huentru-pan, cien metros ántes de llegar, se formaron en batalla,

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