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disgustarla i para que con la esperanza de mis regalos me diese ella lo necesario para comer, que no era lo que mas abundaba en el toldo. Esta india se habia criado en las vecindades del Cármen i hablaba mui bien el español.

10 de enero.—El sábado a las doce llegó la jente con Lenglier que me refirió lo que habia sucedido desde nuestra separacion. Se espresó en estos términos:

"A las doce, cuando me separé de Ud. esperé algun tiempo al resto de la jente; viendo lo que distaba (solamente como un cuarto de legua) i que Ud. i los indios iban a tomar por un valle lateral a la izquierda, no queriendo tampoco perderle a Ud. de vista, a fin de penetrarme bien del camino en caso que un accidente de terreno los ocultase, me puse encamino con el peon Vera i el caballo, caminando al paso a fin de conservarnos a igual distancia de Ud. i de los que quedaban atras; pero llegado al punto donde Ud. cambió repentinamente de direccion a la izquierda, me demoré a la entrada del valle, hasta que los otros me hubiesen alcanzado. En este valle corría un riachuelo, le segui a Ud. con la vista i como habia creido entender que los indios estaban cerca, no dude que los toldos estuviesen en las orillas del riachuelo, a dos o tres horas de camino a lomas, como que no era natural creerlos colocados en esa pampa árida i privada de agua; esperé a la sombra i me alcanzaron los peones. Habia tenido la precaucion de poner en mi mochila, charqui, café chocolate del que habiamos salvado; la jente estaba mui cansada, como era natural despues de las emociones i fatigas del dia precedente i una marcha descalzos, bajo un sol ardiente i por un terreno erizado de espinillas que lastimaban los pies, me resolví hacer un alto de media hora en este lugar. Antonio Muñoz, el gordo, manifestó entonces el deseo de montar en el caballo, i como se habia herido un pié en la mañana cuando estabamos trabajando en el bote, tenia mas derecho a esta comodidad que Vera que solamente tenia dolor al pecho. Orillamos el estero i llegamos al vado en donde crecian algunos arbustos. Saliendo de allí, el sendero era bastante bien marcado, pero no era asi un poco mas lejos: se alejaba sensiblemente del estero; esto trastornaba completamente las ideas que habia sentado en mi espíritu; hice marchar de frente a la jente; de esta manera, no podiamos perder los rastros; pero al llegar a una cresta que debíamos encimar nos hallamos indecisos, no habia mas rastros. En la cresta lejana a la derecha, veia dos formas que, parecian pertenecer a dos hombres a caballo. No dije nada, pero mandé a Soto a pié que fuese

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