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cia del idioma le mantenía en un triste aislamiento, amargado con la inseguridad de su persona i la remota esperanza de salir de esa situacion. Me dijo que yo había tenido alguna suerte en medio de mi desgracia, porque talvez otra cosa me habria sucedido si el cacique no hubiese estado tan solo; los indios de las tolderias andaban en las cacerias al Sur de Limay hacia ya tres meses i el cacique se consolaba de su ausencia con la compañía de un barril de aguardiente. Esta circunstancia realmente me iba a favorecer, porque el cacique solicitado por mis ofertas, bien podia tomar una resolucion favorable, sin tener que oir las objeciones ni los comentarios de su jente. Era preciso entónces tratar de salir lo mas pronto, antes que viniesen los indios de las demas tolderías atraídos por la noticia i que pudiesen servir de obstáculo a los buenos deseos del cacique.

El viejo siguió bebiendo i las mujeres entonando sus monótonos alaridos: el jóven Argomedo me procuró un pedazo de carne de caballo; iba a comerla por primera vez; satisfice el hambre que era mucha con la caminata, la carne me gustó poco, mejor es la de ave. Un poco mas tarde el cacique envió a dos muchachos en busca de mi jente; pero volvieron sin haberla encontrado. A la misma hora divisé en una loma del valle a un indio que apenas podia tenerse acaballo i dando grandes gritos se dirijia a los toldos: era Quintunahuel, el hijo de Paillacan que venia de una fiesta de la vecindad; su mujer le salió al encuentro, recibió las riendas i el indio al desmontarse cayó al suelo cuan largo era; se levantó i bamboleando entró a su toldo, quedando la mujer ocupada en desensillar el caballo. Como una hora despues, me mandó llamar diciéndome que fuese a saludarlo, que él era el hijo del cacique. El bribon impuesto ya de todo i de que habia salvado alguna harina i otros artículos del naufrajio, al mismo tiempo alucinado con la esperanza de que yo le podia traer tambien algunos regalos si su padre me dejaba ir a Valdivia, se manifestó mui amable, diciéndome que habia celebrado mucho mi llegada i que le sería mui agradable mi compañía cuando fuesemos juntos al Cármen; i otros cumplimientos por el mismo estilo. Luego me retiré i llegó la noche; dormí en la misma cama de Argomedo que era compuesta de algunos cueros de oveja i una frasada rota.

9 de enero.—Al otro dia el cacique con la cabeza fresca, me hizo llamar a parlamento: el sol principiaba a levantarse; él iba a ser el testigo de mis promesas. Se sacaron algunos cueros fuera del toldo i nos sentamos: la conversacion principió casi con las mismas palabras