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jambre de chorrillos que adivinábamos entre el pasto, erau desde allí, fáciles de observar.

Era aquel, un soberbio mirador que la naturaleza nos proporcionaba y el terreno desplegaba sus esplendores á groso modo, abundantes doquiera llegaba la mirada, pero también, doquiera, se extendía la desolación de sus desiertos.

Era sin embargo el Sur, lo que más me atraia, pues por aquel lado debía divisar el paso hacia el Fagnano.

Una ancha y prolongada vega se internaba en aquella dirección. El riacho del campamento bajaba por ella á las Lagunas Suecas, viniendo de muy lejos, quizás de las montañas del Fagnano, hasta las cuales la vega se aproximaba. Pero, aunque cubiertos de exhuberantes pastos, eran en ella los turbales abundantes de manera tal, que la marcha con los cargueros me pareció imposible.

Un momento después, llegamos á la cumbre.

Los gendarmes me pidieron permiso para hacer una fogata.

—¿Para qué?—Les pregunté.

—Es que todavía no hemos visto indios y tampoco sabemos donde Ellos se avisan y buscan con humaredas que hacen en las cumbres y cuando vean la nuestra, contestaránestán.

Siendo razonable el pedido, los dejé entretenidos en amontonar leña, y me interné en el bosque de la cima.

Estaba compuesto de robles y de coibos; los robles, más hermosos que los del llano, crecían indiferentemente, mezclados, á veces, con los coibos.

Estos se desarrollaban, sobre todo, en los lugares abrigados y ensenadas, iguales en tamaño á los que antes viéramos caidos en el derrumbadero y á los del cerro Escalada y muy semejantes en su fisonomía. pero aquí, bajo los coibos, eutre los trozos de gneis, que es la roca que en la cima se encuentra, abundaban las frutillas, lo que no sucede en el cerro anterior.

Vi frecuentes rastros de guanacos, hacienda vacuna y yeguariza.

Esto me llamó la atención. Pregunté á los gendarmes, que me contestaron que al Sr. José Menendez (ra Argentina) se le habían alzado algunas vacas y toros finos y, también una tropilla de yeguas con un padrillo que le había costado cinco mil pesos.

Las vacas se han aumentado dentro de los bosques y en el día se calcula que ha de haber libres, cerca de mil.

De Río del Fuego suelen salir los gendarmes á cazarlas. No deja de ser una suerte, porque con ellas se aumentan los medios de vivir del indio.

Cuando me reuní con los gendarmes, estos estaban esperando la respuesta de los indios.... aún no han contestado.

Nuestra bajada fué casi fantástica. Diestros ya, descendíamos saltando como kangurus. Los golpes eran frecuentes. El derrumbadero se extendía bajo nosotros. Los gendarmes, á veces, alzaban piedras de algunos kilos, las tiraban contra otras, repercutía el choque en la falda y, rebotando en saltos cada vez más prolongados, se detenían en el llano.

Un viaje semejante, habían hecho las piedras, que cayendo de las faldas, elevaban el nivel del pie del cerro.