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ver los cerros y como la marcha del día anterior había sido pesada y larga, resolvi que hiciéramos campamento allí, por todo el día, lo que Calcagnini aprovechó herborizando.

Nuestro primer intento en la salida del día 13, fué cruzar el río, pero, aunque angosto, tenía un metro de agua, y su fondo era fangoso en más de otro metro de profundidad.

Tuvimos, pues, que desistir y cambiando de dirección completamente al Este, costear el valle, en cuyo centro, veíamos una extensa laguna.

En la parte Norte de esta planicie, la vegetación herbácea es escasa, siempre por causa de los coruros, pero todo lo demás está cubierto de pasto, lo que unido á su piso fangoso aunque inclinado y á los chorrillos que á cada paso se encuentran, me hace suponer que casi totalmente la cubren las aguas de la época culminante de las lluvias. (1) Había dispersos en este valle, algunos granitos desprendidos de las montañas, correspondientes al período glacial. En todo el territorio se los observa á muchas leguas de las montañas y de tamaños que á veces alcanzan á los ocho metros de largo.

Son enormes.

Después de costear esta llanura, acampamos al pié de un cerrillo desnudo de árboles en el lado opuesto al rio del Fuego. Rossi y el indio Pedro, lo treparon inmediatamente para tender algunas visuales, mientras los demás, nos ocupabamos en instalar el campamento.

Terminada esta operación un momento después, llegué acompañado por el Dr. Lehmann Nitsche á la cima, en persecución de un guanaco, y cuál no sería mi admiración al encontrarme en presencia de un hermoso lago ancho de una legua por lo menos, que se dilataba del otro lado de la cadena á que nos habíamos aproximado y que, inmóvil en la tarde callada, reflejaba en sus aguas los últimos fulgores del sol que declinaba en el ocaso!

Aquel era un sueño de colores, al que daban intensas melancolías las penumbras de la hora, el profundo mutismo de la naturaleza, la soledad y la amplitud de las lineas que trazaban el contorno. Cuanto busca el arte en la armonía de la imágen y el color del detalle, palpitaba en ese escenario rico en impresiones infinitas de ensueño y de poesía. V allí, olvidados por completo del guanaco, nos quedamos tendidos en la cima, hasta que la noche desvaneció todo, confundiendo las sombrías masas de los bosques en el plateado reflejo del lago sereno.

Al bajar con el doctor que también volvía impresiouado por la magnificencia del lago, se nos unieron Rossi y el indio, este último no tan encantado de las bellezas de su tierra, como siempre sucede y además porque no entendía de estética, lo que es lógico.

Al otro día, descosos de contornearlo y saber qué lago sería aquel, cambiamos de campamento, instalándonos en sus orillas.

(1) En este punto de la marcha, no vimos más que una laguna. Más adelante, pudimos distinguir otras adyacentes. La que habíamos visto era la mayor de todas y por su posición con relación al cerro Hedición, reconocimos eu estas, las Laguuas Suecas, llamadas asi por Nordenskjöld.