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lo encuentra, corre, lo alcanza y saltándole al pescuezo ó lo sujeta hasta que llegue su amo, ó lo desgarra y mata.

Cuando el perro es jóven y el perseguido un ejemplar fuerte, se limita á sujetarlo por los garrones, pero cuando ya es diestro, no hay guanaco que escape de sus colmillos. Los indios y los blancos lo estiman, como que saben que cuando falta carne, es suficiente una excursión corta, acompañados por uno de estos perros, seguros de que al volver, traerán en las ancas del caballo cuantos guanacos hallen en el camino.

De este tan importante compañero del hombre, los gendarmes poseían una media docena.

La localidad, por falta de puerto, aún para embarcaciones menores —no tiene porvenir alguno. Es simplemente un campamento á 600 ómetros del mar, para el que solo se han tenido en cuenta los buenos pastos de las vegas y el abrigo que ofrecen los bosques de robles, que por la costa dan principio allí hasta los términos del territorio por el Sur.

El moute, aquí, no tiene hermosura alguna. Los árboles son pequeños, pero en cambio, el suelo es muy rico en especies, casi todas en flor.

Del lado Sudeste y Sudoeste, el suelo, al irse elevando suavemente á medida que la vega desaparece, perfila hajos cordones de lomas en las que el monte—todo roble y arbustos de calafate—se presenta algo mejor.

Estas lomas, de las que ya me he ocupado, pertenecen á la serie de antiguas bahías del mar y cierran la vega, larga de veinte cuadras por seis de ancho por un lado, mientras que por el otro, se tienden las elevaciones de la costa actual, de manera que las aguas, no encontrando salida, se detienen formando pantanosa llanura.

Como aún tenía que hacer los últimos preparativos, demoramos dos días en Río del Fuego.

Cuando el país que se visita, es de continuo recorrido, el arreglo de una expedición, no presenta mayores inconvenientes. El mapa está hecho; se sabe que se van á encontrar montañas ó ríos en los puntos A ó B; se lleva un guía, un individuo nacido allí, que va previniendo la duración de las marchas y enseñando que el C, es aquel y el D, aquel otro, con lo cual el viajero va llevado y en todos los momentos, sin recurrir á mayores investigaciones, sabe el lugar en que se encuentra, pero cuando se tiene por delante un inapa aún casi en blanco y no existe una sola persona que haya hecho las marchas proyectadas; cuando no sabe si aquella tierra incognita está toda invadida por bosques, por lagos, ríos ó pantanos, su situación es de las más difíciles. En tal caso, debe ir preparado á todo.

En la mañana del 9 de Marzo, estaba todo listo y desde aquel momento debían acompañarme: El Dr. eu medicina y filosofía, Roberto Lehmann Nitsche, distinguido antropólogo alemán—Director de la Sección Antropológica y Etnográfica del Museo de La Plata, que venia con el objeto de estudiar los indios onas sobre el terreno; el Ingeniero Agrónomo Cressenso Calcagnini, encargado de hacer las observaciones meteorológicas, el herbario