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tián y que en la época en que yo estaba en Tierra del Fuego, era propiedad del Sr. Reyes (1).

Los mineros van á esa playa, donde hay un pequeño hotel y algunas casillas donde comen y duermen á razón de dos pesos diarios; en tiempos de Popper, tenían que entrar á trabajar completamente desnudos, pues debían dar al propietario el 50 por 100 del oro que extraían. Hoy sólo tienen que pagar á razón de un gramo de oro al día, por lo que como es poca la cantidad que se obtiene de él,—salvo hallazgos felices —los trabajadores sacan de ganancia, término medio al mes, apenas una cantidad que varía entre 100 y 200 pesos papel.

Pero como sucede que, por la forma en que llega el oro á la playa —traído por las corrientes marinas se encuentra éste eu mayor abundancia después de largos y fuertes temporales, en cuanto se tiene noticia en Punta Arenas de que en la costa atlántica de Tierra del Fuego ha habido temporal, acude al Páramo, y á lo largo de la costa, mayor número de mineros.

Si bien esta afluencia de indivíduos no tendría importancia en el total de los habitantes de otras regiones de nuestra tierra, es muy de ser tenida en cuenta allí, pues por la reducida cifra de población de aquel territorio, el total oscila de una manera considerable.

En cuanto á los puestos rentados por la nación, podría pensarse que los individuos destinados á tan injustamente mal afamada gobernación, serían sólo aquellos que, no encontrando el éxito en nuestras ciudades, hubieran sido relegados á esos confines. Confieso la ignorancia en que estaba y también que fué grande mi sorpresa al encontrarme, tanto en Ushuaia como en Río Grande, con un núcleo de jóvenes distinguidos, de nuestras mejores familias, jóvenes ilustrados en los que siempre hallé cultura y la mejor voluntad.

El entonces gobernador Carrié había reunido en ambas poblaciones un buen número de hijos de San Juan, lo que era para él una gran ventaja, pues obtenía así la mayor armonía entre sus subalternos.

Y sería una ingratitud de mi parte si, en esta página, al recordarlos en conjunto, no hiciera presente mi agradecimiento, enviándoles, ahora que estoy lejos de ellos, mi más cariñoso saludo.

Estos empleados no tienen alli porvenir alguno. Están sentenciados á vegetar; á quedar, después de muchos años de haber entrado á prestar sus servicios, en las mismas condiciones del primer día, y creo que si el gobierno, puesto que sus sueldos y viáticos son reducidos, les facilitara, mientras estuviesen en sus puestos, algunas hectáreas cultivables, de las tantas que tiene allí disponibles, se mejorarían sin desembolso alguno las condiciones en que se encuentran aquellos, obteniendo por su parte el gobierno grandes ventajas.

Obsérvase en este territorio la extraordinaria escasez que hay de mujeres, y, por lo tanto, la lentitud del aumento.

A esto se debe que los blancos se vean obligados á recurrir á las (1) Este señor estaba en tratos para hacer su venta.