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Shehuen, quienes, burlándose amigablemente de nosotros, nos dan cita para el lago donde nace el Santa Cruz, al cual debemos apresurarnos a llegar cuanto antes, por temor de que la estación fría se aproxime.

Seguimos el mismo camino que antes y acampamos a la orilla del río, en el punto donde lo hemos hecho a la ida. Aun cuando el terreno, en este punto, es malo ahora, creo que en este paraje, haciendo algunas acequias, que en ciertas estaciones fertilizarán las cercanías, podrá plantearse una pequeña población que sirviera de intermediaria entre las de la costa y las que han de construirse en las inmediaciones de la cordillera. La principal vegetación consiste en algunas Quenopodiáceas.

Enero 10.—A la tarde cruzamos el río Chico para penetrar en la hermosa isla que ya he mencionado, pasando antes por el paradero nombrado Cayick donde María nos ha dicho que encontraremos su depósito de pinturas.

Lo encontramos, y recojo muestras de ellas. Están envueltas en un cuero y atado este sobre un palo; alrededor hay gran cantidad de huesos de animales, pero no puedo ver ningún objeto que haya sido usado por los indios.

Los tehuelches, lo mismo que los mapuches, queman, al cambiar de toldería, cuanto objeto inservible no pueden llevar consigo. Creen que basta que un brujo enemigo encuentre uno de ellos, para que pueda dañar al indio a quien ha pertenecido; según ellos, el pelo es uno de los objetos que más prefieren los brujos para sus maldades.

El río Chico da vado en el paso y sus aguas correntosas no tienen el claro color del Shehuen.

Arrastra materias terrosas que le dan cierta opacidad que contrasta con la limpieza de las del arroyo. En los dos puntos que lo cruzamos no hay más de metro y cuarto de agua. Lo costeamos por