Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/90

Esta página ha sido corregida
— 87 —

Pocos momentos después, algunos de ellos vienen a recibirnos y a acompañarnos al paradero de Shehuen, donde una buena extensión de campo fÉrtil, cubierto de excelentes manantiales, proporciona a los nómades patagones las comodidades exigidas por su casi ninguna ambición.

La sensación que experimenta el viajero cuando llega a una toldería tehuelche, está lejos de ser la misma que se siente ante el recibimiento solemne que se le hace en los aduares de los tehuelches y mapuches.

No hay aquí ninguna etiqueta previa que cumplir, ni siquiera es necesario el permiso para penetrar en el Kau, donde lo esperan curiosos los indígenas. La confianza que inspira la vista de ese tumulto, que lo mira con asombro, es más o menos la misma que se tiene cuando se llega a un rancho de gauchos boleadores, en los puntos apartados de la pampa porteña; en uno y otro punto, todo es del viajero, con tal que se acomode a las escasas comodidades de que en ambos se gozan.

Las grandes juntas de guerra, en las que el explorador debe exponer el objeto que le lleva a las regiones donde el tehuelche o el mapuche es rey, no intervienen para nada en el recibimiento que se le hace en el humilde toldo del bondadoso patagón. No encuentro aquí esa fiereza de carácter guerrero, de que hace ostentación el habitante de las regiones del Limay. Sin embargo, el patagón no es menos valiente y defensor de su soberanía, como lo atestiguan las relaciones de combates que, en las veladas, cuentan los guerreros de todas esas tribus, y en las que muchas veces, la peor parte se la han llevado los tehuelches.

Estos son exaltados en la guerra, pero en la paz, no creo que haya salvaje, en el mundo, más tratable, sin tener en manera alguna la susceptibilidad del carácter del belicoso araucano o pampa.