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getación es más abundante y el terreno mucho más ondulado y pintoresco.

Algunas veces nos cortan el paso profundos zanjones que dan interés al paisaje y hacen prever un próximo descenso de la meseta; pocas horas después' divisamos un extenso valle que se dirige al oeste. La perspectiva al norte es completamente desolada; tiene por fondo las lejanas mesetas situadas del otro lado del río Chico, el que se distingue apenas entre la desnuda pampa.

El valle extenso presenta aspecto más agradable, vense inmensos manchones verdes alrededor de una laguna bastante importante, formada por las aguas de un río que desciende por el centro del valle y que luego se une al río Chico, que se desliza viniendo del N. O. por entre las mesetas, formando en su conjunción una hermosa isla, en cuyo extremo este los dos se enlazan y se unen para correr en un solo brazo en dirección a la bahía de Santa Cruz, costeando el pie de la meseta. Hemos descendido ésta, siguiendo por los rastros de los indios, unas quince millas, por malos campos y galopando siempre al oeste hasta llegar al río. Este es indudablemente el río Chalia del cual se ocupa Viedma en su diario al relatar su interesante visita al lago que desde entonces lleva su nombre.

Como se sabe, Viedma salió de San Julián en dirección al oeste, lo que le hizo cruzar primeramente el río Chico, y después de entrar en otra pampa, llegar a un río llamado «Chalia» que no pudo vadear allí por su mucho fondo. De la relación de ese trayecto se desprende que el arroyo donde acabo de acampar es el Chalia, que no pudo examinar ni distinguir Musters, quién llevó su camino más al este del paraje, donde se unen los dos ríos, es decir, en el punto que los indios nombran Corpe, másal este de Cayick y que algunas veces les sirve de cuarteles de invierno.