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biertas de bosques impenetrables que crecen entre las rocas erráticas, que a su turno ocultan las ricas capas de huella que se explotan en Punta Arenas.

Entre la parte norte de la región que acabo de describir a grandes rasgos y la costa del Atlántico sobre el río Santa Cruz, se extiende la mesa elevada, primero de 3000 pies, luego de 1500, 1150 y 900 formando otros escalones más pequeños hasta el río; todo terreno árido, aunque mejor que el de la margen norte, mejorando, a medida que se acerca al océano. El profundo valle escalonado del Santa Cruz, (antiguo estrecho interoceánico probablemente; según Darwin) como el Valle Coy Inlet y el del río Gallegos, no tienen extensiones fértiles notables. Desde su nacimiento en el lago, el río corre por entre rocas erráticas, mantos volcánicos y poderosas capas de cantos rodados, hasta las inmediaciones de la isla Pavón donde las mesetas bajas se apartan y donde el río se bifurca entre islas formando recodos de alguna importancia en ambas márgenes, hasta que se llega a la bahía, que desde el Atlántico se dirige al oeste, formando el pie de la gran Y, con los brazos del río Chico y Santa Cruz. En la bahía en el lado sur, hay pequeñas cuchillas con pastos regulares; pero el agua potable es escasa. Subiendo el primer escalón de la escalinata de mesetas, que forman el pedestal de los Andes en esas regiones, se llega a la altura de 350 pies, a una llanura con desigualdades insensibles, de mejores pastos que todos los que nacen desde el Chubut hasta allí, en el litoral, y que tiene pequeñas lagunas, unas dulces y otras saladas que abundan en cloruro de sodio que el capitán Piedrabuena extrae de cuando en cuando.

Más al sur se extienden las colonias del León, que principian en la costa del océano, elevándose 710 pies sobre el mar, hasta la cuarta meseta cuya altura varía de 850 a 1000 pies.