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solitario paraje y que los buques a vapor que llegan hoy a la bahía de Santa Cruz, vayan a buscar a través de cerca de doscientas leguas de ríos, lagos y canales, el combustible precioso.

Veo no muy lejano el día en que la hélice alborote las aguas de los lagos «Argentino», «Viedma» y «San Martín», y llene de vida la región hoy desierta. Los campos abrigados entre el lago «San Martín» y el «Vieldma» pueden ser utilizados por estancias, y hemos de ver que el faro gigante del volcán Fitz-Roy, no tendrá por único admirador al temeroso tehuelche, sino también a los civilizados que lo estudiarán y buscarán en sus faldas las riquezas que revela la ciencia. El lago Argentino con sus bosques y los valles hermosos que lo rodean ofrece al hombre elementos de vida lucrativa. Dedicándose allí al corte de los hermosos árboles, que luego de arreglados en balsas, las aguas del lago y del Santa Cruz se encargarán de llevar al Atlántico, contribuirá esa población andina con las maderas necesarias a la construcción de las futuras colonias argentinas del litoral patagónico.

Los habitantes de la Bahía Santa Cruz no verán entonces descender como ahora, un bote como el mío, sino grandes embarcaciones que traigan al Atlántico las riquezas del corazón de la Patagonia y de los Andes. Donde hoy no hay más que soledad y desamparo, hemos de ver colonias florecientes, y la hoy poco visitada bahía de Santa Cruz ha de ser el punto más frecuentado de los mares del sur.

Marzo 21.—Abril —Esperaba encontrar en este punto noticias de Buenos Aires de donde he salido hace 5 meses, y que el buque del capitán Piedrabuena debía traer. Defraudado en mis esperanzas, resuelvo dirigirme por tierra hasta Punta Arenas y tomar allí el vapor del estrecho. He empleado algunos días en el arreglo de las colecciones,