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ney, su último pico elevado, se levanta en la tierra del Rey Guillermo. Los últimos contrafuertes andinos llegan poco más al sur, terminando en las inmediaciones del cabo Providencia donde «los Andes propiamente dichos, principian en el Estrecho de Magallanes», según la opinión de Agassiz, eminente autoridad científica. Allí, en las cercanías, el espinazo de América concluye, ocultado por selvas impenetrables.

Nuestro camino está casi compuesto totalmente de trozos erráticos; encontramos algunos de arcilla negra compacta muy antigua, algo esquistosa, tan grandes que al principio he creído que formarían parte de alguna punta de sierra, que la capa glacial hubiera cubierto. La inclinación distinta de sus bordes y lajas me hace pensar que no se hallan in situ, sino que han sido transportados, pero me llama la atención el gran número de ellos y que sean de la misma roca.

Al subir la punta Walichu, vemos que el lago arrastra los fragmentos de la gran isla flotante que vi desmoronarse hace tres días. A la tarde llegamos al campamento del bote.

Marzo 16.—A medio día hemos embarcado todos los objetos coleccionados, y abandonamos, no sin tristeza, los lagos y la salvaje y severa cordillera. Salimos de este abrigo para ir a esperar en el arroyo del Bote a Moyano e Isidoro que llevan la caballada por el sur. El viento del oeste aumenta la velocidad de las aguas del Santa Cruz, y apenas la angosta embarcación toma el centro del canal, emprendemos el descenso del río de una manera tan veloz, como lenta fué la ascensión. La vuelta que domina los grandes trozos erráticos nos expone a zozobrar, a causa de las olas que levanta el viento con la corriente encontrada, y que blanquean el curso del río formando remolinos en las inmediaciones de las rocas de las orillas. El bote no