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gallaretas y ardeas llenan de vida la región. Pasando este arroyo que baña el pie de la montaña inclinada, subimos varias colinas, de ascensión fatigosa por la cantidad de pequeños torrentes, secos hoy, que llegan a la Bahía Redonda. En estas colinas el pasto es bueno y las haciendas que vivan aquí, en los años venideros, podrán encontrar abundante forraje. Pasando esas colinas descendemos a un bajo y hacemos campamento entre unos médanos que se elevan a la orilla del lago, cubiertos de matorrales de berberis y entre los cuales nuestros perros tratan en vano de hacer presa de un Canis Magallanicus, que se refugia en las peñas; lo mismo sucele con un joven huemul que hemos encontrado pastando en lo que va a ser nuestro alojamiento. El elegante ciervo prefiere la muerte entre las heladas aguas, a ser presa de ellos, y lo vemos lanzarse al lago y nadar largo rato hasta que desaparece en sus profundidades.

Marzo 12.—Ayer al acampar, teníamos delante un gigantesco témpano; su enorme tamaño, pues calculo su altura sobre el agua, en más de 30 metros por un largo de 100, lo mantenía inmóvil, varado; durante esta noche pasada hemos escuchado grandes estruendos, prolongadas salvas, y el día nos ha mostrado que lo que las ha producido ha sido la cristalina isla que sucumbe. Ahora que el sol calienta, el hielo eterno zafa de su varadura y se dirige majestuoso hacia el Santa Cruz. Imita un fantástico navío con blancas y celestes velas trasparentes y desplegadas; el desplome de los fragmentos agita las ondas aéreas, y escuchamos lúgubres cañonazos que completan la ilusión: parece pedir auxilio. Entre los manantiales cercanos, donde la vegetación herbácea es espléndida, encontramos muchos rastros de caballos y más al oeste, a la orilla de un pequeño río, el que califico así para distinguirlo de los torrentes o arroyuelos que