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llegamos al paradero a las 9 de la noche, costeando las márgenes del lago, entre ramas y médanos; lo descubrimos por grandes hogueras que Isidoro y Estrella han tenido la precaución de encender, pero que a pesar de sus grandes llamaradas, no se distinguen desde lejos, a causa de la lluvia copiosa que cae.

Marzo 7.—Continúa la lluvia y el temporal que enfurece las aguas del lago. La época de los malos tiempos ha llegado y con los escasos elementos que me quedan no considero deber tentar navegar nuevamente al oeste. Prefiero hacer el reconocimiento por tierra y a caballo, para vencer la mayor distancia hacia ese rumbo y regresar luego a la isla Pavón.

Marzo 8.—Nos ocupamos en trasladar por tierra la colección y los objetos más delicados y valiosos hasta la punta Feilberg para no exponernos a perderlas, si embarcadas en el bote, este sufre averías al penetrar en el correntoso desagüe.

Marzo 9.—Algunas observaciones termométricas por medio del punto de ebullición del agua, me han dado para este paraje una altura sobre el nivel del mar de 412 pies.

Marzo 10.—El lago está calmado y el día amanece menos crudo que ayer. A las 10 a. m. teniendo un viento favorable, es decir, del este, que no levanta marejada, echamos el bote al agua y despidiéndonos del lago Argentino, nos dirigimos velozmente arrastrados por la corriente, a la rinconada situada al este de punta Feilberg, de donde, después de dejar un poste clavado donde ato una botella conteniendo un documento que indique nuestro paso, ponemos la proa al este y principiamos el descenso del río. El bote desciende con gran rapidez y pocos momentos después encontramos una playa donde hacemos cruzar los caballos, no teniendo que lamentar pérdida ninguna a pesar