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para almorzar algunas frutas de calafate y un poco de fariña seca.

Desde la laguna Tar, cambiamos de rumbo y nos inclinamos al sur, costeando un arroyuelo, el que desciende de esa dirección por dos millas, apareciendo de entre angostos cajones formados por las barrancas de enormes capas de cascajo rodado. Cruzado este arroyo, continuamos unas seis millas y llegamos a un paradero indio abandonado a orillas del Shehuen; este último arroyo corre aquí, por sobre un lecho de piedras rodadas y por el centro de un valle, bastante fértil si se tiene en cuenta la poca feracidad de estas tierras altas; los pastizales son verdaderamente hermosos; los manantiales muy abundantes, y no dudo que este sitio será habitable, con provecho, el día que el hombre aproveche las riquezas que encierran las vírgenes montañas vecinas al lago San Martín. Las grandes gramíneas pueden ser cortadas para provisión de invierno y los animales lanares, vacunos y caballares, si bien no encontrarán en dicha estación alimentos en campo abierto, a causa de la nieve, podrán vivir con pasto seco. Este valle está limitado por mesetas terciarias, coronadas de basalto las más elevadas, y todas muestran inmensos trozos erráticos sobre los que abundan algunos líquenes.

Los caballos están en un estado tal que no podemos correr avestruces, y el señor Moyano ha sido desgraciado en sus tiros a los guanacos. Van ya dos días de casi absoluto ayuno y de marcha por estos parajes donde el fresco aire andino despierta el apetito; por mi parte sólo he comido el hielo del témpano.

Marzo 2.—Salimos temprano y caminamos unas ocho millas por parte de un hermoso aunque solitario valle y por mesetas basálticas. Ascendemos algunos cerros, cruzando capas de tenues nubes que nos hielan mojándonos, estos fríos húmedos de la