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de la colonia, y que luego que supo el objeto que me llevaba, puso a mi disposición su casa y su me­sa y me proporcionó inmediatamente caballos con qué llegar al pueblito, situado a cuatro millas de la desembocadura.

La vegetación es pobre relativamente, y los ar­bustos espinosos que crecen decrépitos entre los cascajos y los innumerables moluscos destruídos que blanquean el suelo, signo evidente del levan­tamiento de la costa, predisponen mal el ánimo del recién llegado, que encuentra, en ese paraje árido, la corroboración de la fama inhospitalaria de las tierras patagónicas. Pero esa primera y desagradable impresión, se disipa después de cru­zar los primeros médanos, y tórnase placentera pasada una milla, donde el cascajo y la arena mo­vediza e incómoda desaparecen: se presentan pe­queños retazos de pastos fuertes y la vegetación es más uniforme, predominando ya las gramíneas, entre otras, la preciosa cortadera.

En las inmediaciones de la aldea principian los trigales y se ven diminutas huertas, con legumbres y pequeños alfalfares; y algunos pocos álamos plantados por los colonos y sauces de los que, an­tes de la venida de éstos, adornaban las orillas del río, alegran el punto poco pintoresco, donde se le­vantan los escasos edificios de Tre-Rawson. El nombre de este pueblo ha sido dado en honor del Dr. Guillermo Rawson, quién, siendo ministro del interior, decretó la formación de la colonia. Fué fundado el 28 de julio de 1865, y se halla situado en la margen izquierda del río. Propiamente, no se le puede llamar pueblo, pues sólo consiste en una pequeña agrupación de 15 ó 20 casuchas, la mayor parte construídas de adobe crudo.

Setecientos individuos de ambos sexos, forman la colonia y ese número está dividido en 509 galenses adultos, 35 adultos de varias nacionalidades y 156