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en estas combinaciones de signos con las que han sido descubiertas en el territorio del Colorado, en Arizona y Nuevo Méjico, y que allí han sido trazadas en peñascos de estructura igual a los que menciono. Esas manos rojas estampadas son idénticas, lo mismo que ciertas combinaciones de puntos y líneas. Encuentro también cierto parecido con algunas figuras informes de animales, formadas con puntos rojos, que se notan en otro peñasco, y más adelante veo figuras humanas, trazadas tan toscamente que algunas podríanse tomar por imágenes de lagartos y que son del mismo género que las ya citadas de Norte América. En más de cien signos que copio, noto analogías más o menos exactas con las que Schomburgk y Brown citan de las Guayanas, con las de Ceará en el Brasil, descritas por J. Whitfield, con las que se encuentran en el Perú, Bolivia, República Argentina y Chile, hallando muchas parecidas a las de Norte América. Hasta los mismos colores de las últimas se encuentran en esta; el rojo predomina, pero hay algunas purpúreas, blancas, amarillas y hasta verdes.

Este descubrimiento me demuestra que las inscripciones que asombraron a Humboldt no están ya encerradas en centenares de leguas, sino en decenas de miles; me hace ver que, con corta diferencia, se encuentran los mismos signos en todo el nuevo mundo, desde las islas de Vanconver cerca del círculo boreal, hasta este «Lago Argentino», y que las figuras pintadas que copio de las paredes abruptas y verticales de Punta Walichu, nombre que le he dado a este promontorio, son iguales a las que los exploradores americanos han señalado al norte de Méjico, y que las piedras grabadas en remotos siglos, por los habitantes de Méjico, Centro América, Guayanas, Brasil, Perú, Bolivia, Chile y República Argentina parecen haber sido trabajadas por individuos, sino de la misma raza, a lo menos provistos de igual cultura.