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Santa Cruz, y siempre aumentan con la inundación. Es más angosto aquí, y tiene en su aspecto general cierto parecido con el Limay, aunque la formación geológica de la comarca es distinta.

Ya tarde, a la noche entrada, regresamos al paradero, que nos es señalado por grandes fogatas encendidas para indicarme el camino y para anunciar a los dos expedicionarios que vigilan el almacén de provisiones, en la margen este del lago, el punto donde hemos acampado y al mismo tiempo la feliz nueva de haber cruzado el lago. Después de comer un humilde puchero con fariña, y festejado el acontecimiento con un trago de hesperidina, que es el último licor que nos queda en el bote, encontramos en nuestra cama humilde descanso de las fatigas del día, bajo la inmensa bóveda austral celeste y plateada. Los cinco tripulantes del bote dormimos orgullosos y contentos; somos los primeros navegantes del Lago Argentino.

Febrero 17.—El tiempo no nos favorece; los ventarrones que bajan de los Andes, alborotan el lago durante la noche; sus olas han rugido, y hoy, cuando lo miramos a la claridad del día, lo encontramos encrespado, rompiendo ruidosamente contra la estrecha península que se va inundando, y saltando sobre las grandes piedras glaciales. Él viento nos es contrario para hacernos a la vela; juzgo, pues, conveniente disfrutar un día más de esta soledad que hoy debiéramos abandonar.

Paso parte del día sobre una colina cubierta de despojos glaciales que domina parte del lago y el río del norte y desde la cual distingo en frente a Isidoro, que busca los guanacos cuyos rastros vimos hace algunos días. Es un punto aparente para orientarse y tomar direcciones para formar el croquis de la región.

Frente a este sitio, hacia el S. O., se ve en el lado sur del lago un elevado promontorio blanco amarillento, o negruzco, según el estado del cielo,