Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/164

Esta página ha sido corregida
— 161 —

EN EL LAGO ARGENTINO

Febrero 15.—¡Qué delicioso despertar! Aún resuenan agradablemente en mis oídos las armonías que el Espíritu de las Aguas hace entonar por las olas del lago que ruedan sobre las piedras, al aparecer la aurora de este día. ¡Qué espléndidos mirajes se reflejan en mi mente al mirar desde mi arenoso lecho estas aguas verdosas que han arrullado mi sueño!

Los vientos de la noche han calmado; el lago está tranquilo. Los destellos del gran incendio oscilan en las montañas del sur. El fondo de la llanura misteriosa de Fitz-Roy, para nosotros, lago grandioso, permanece soñoliento, envuelto en la bruma que anuncia el día. Sobre él, en las alturas, los eternos y mágicos espejos de hielo que coronan los picos que rasgan altivos el velo de las nieblas, reflejan ya, en medio de sus colores, el naciente sol de nuestra bandera. ¡Mar interno, hijo del manto patrio, que cubre la cordillera, en la inmensa soledad, la naturaleza que te hizo, no te dió nombre: la voluntad humana desde hoy te llamará «Lago Argentino»! ¡Que mi bautismo te sea propicio; que no olvides quién te lo dio y que el día en que el hombre reemplace al puma y al guanaco, nuestros actuales vecinos; cuando en tus orillas se conviertan en cimientos de ciudades los trozos erráticos que tus antiguos hielos abandonaron en ellas; cuando las vedas de los buques se reflejen en tus aguas, como hoy lo hacen los gigantes témpanos y dentro de un rato la vela de mi bote; cuando el silbido del vapor reemplace al gri-