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llas del norte son bajas, preciosas, con pastos excelentes, con abras, que son cauces de ríos de invierno, y cuyos horizontes extensos y amarillentos dejan ver a lo lejos, en el noroeste, las capas basálticas que van retirándose a ambos lados, formando un valle más ancho; en el sur, barrancas a pique, tristes, cubiertas de piedras, limitan el valle, por ese lado. En el fondo los Andes van definiéndose cada vez más, y algo nos dice que pronto estaremos a la vista del ansiado lago. Una gran quemazón oculta la región del S. O. y una cadena casi recta E. O. de colinas elevadas de 1400 pies, con grandes quebradas y que sirven de escalones para llegar a otros cerros más elevados, limitan el valle en el sur. Al oeste de nosotros y al este de «Castle Hill» se divisa una quebrada grande a cuyo pie me parece que debe correr un río. Vamos, pues, a entrar en la parte más interesante del viaje, en la región desconocida, en lo que Fitz-Roy llamó «Llanura del Misterio».

En el cauce actual del río hemos encontrado un gran trozo errático que mide fuera del agua 4 pies de altura.

En este día alcanzamos el paraje donde suspendió su exploración Fitz-Roy, pero no hemos podido hallar el menor vestigio porque la creciente lo oculta todo; hubiera sido una dicha, para nosotros, obtener algún resto de aquella tentativa, de desvelar las misteriosas fuentes del Santa Cruz. Sólo la falta de elementos, pudo hacer que retrocediera el marino inglés; tantos esfuerzos, tantas fatigas, se estrellaron contra la falta de provisiones, y tuvo que dejar sin concluir la expedición, que realizada en todas sus partes, hubiera tenido magnífico resultado.

La rápida vuelta del río hacia el sur y un gran bajo que sigue en esa dirección, en este punto, fué la causa por la cual suspendiera Fitz-Roy el trabajo de los botes para proseguir un día más a pie,