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ca a la que la fantasía de los elementos ha dado el aspecto de una imponente fortaleza.

El sol ha descendido enrojeciendo el horizonte pequeño que dejan ver dos negros peñones volcánicos y el cielo azul oscuro con la tenuidad de la declinación del crepúsculo, nos muestra lánguidos los grandes astros aislados. Gozando del fresco de la noche que reemplaza al calor sofocante del día, alrededor del fogón, que mirado de lejos parece una llama desprendida de la lava que lo domina, comentamos las fatigas del día, y contentos con haber cumplido nuestro deber, nos dormimos todos.

Febrero 5.—Desde el momento en que salimos hoy las piedras entorpecen nuestra marcha; un promontorio basáltico se adelanta hasta el mismo cauce y forma innumerables rápidos, a lo que contribuye el menor ancho del río.

Encontramos aquí extensos pastizales verdes, alegres, alimentados por preciosos y ligeros manantiales que nacen en la base del basalto. El viento fresco hace ondular los penachos de las gramíneas, entre las cuales de vez en cuando se destaca un montuoso calafate que las domina con sus obscuras hojas; los juncos abundan en los parajes pantanosos y los berros prosperan en las orillas del manantial poco profundo que los alimenta. Cruzamos cuadras y cuadras refrescándonos los pies en esta agua fría y en el césped, pero encontramos pasos tan barrosos que es imposible cruzar por allí tirando a pie el bote; hay que hacerlo por el sur.

Estos sitios son los preferidos por los pumas y los cóndores; sobre todo, en las dos mesetas basálticas que dominan las márgenes del río, borrando su vista, la alegría que comunican los fértiles matorrales. Entre las peñas blanqueadas por sus escrementos, se ven los gigantes del aire chillando lúgubremente, persiguiendo a veces algunos loros incautos mientras no se le ofrece a su aguda vista otra presa más importante. En la llanura, donde