El pensamiento de efectuar el reconocimiento del río Santa Cruz, fué aprobado por el presidente de la república, [1] quien, por medio del ministerio de relaciones exteriores, [2] puso a mi disposición la mayor parte de los elementos necesarios.
Desgraciadamente, la falta de práctica que aun tenemos para esta clase de viajes, raros entre nosotros, impidió que obtuviera todo lo que juzgaba necesario para llevarlo a cabo con buen resultado.
La goleta «Santa Cruz» estaba pronta a zarpar para el punto de su nombre, y en ella me embarqué el 20 de octubre de 1876. A bordo me esperaban los dos marineros que había solicitado del gobierno y un grumete que el capitán del puerto había destinado para mi servicio personal durante el tiempo que empleara en la exploración.
Las provisiones y el bote que debían servir para la navegación del río, habían sido ya embarcados; pero las primeras, quizás por error, eran sumamente reducidas y desproporcionadas para el número de personas que habían de acompañarme, y el segundo demasiado grande y pesado. Además, uno de los dos marineros se hallaba enfermo.
En esas condiciones, el viaje, desde su principio, presentaba graves dificultades, pero no era ya
- ↑ Don Nicolás Avellaneda.
- ↑ Don Bernardo de Irigoyen.