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era seguir el ejemplo de Villarino, Cox y Musters y visitar los celebrados manzanares y pinares de los Andes.
Este programa fué aceptado por la Sociedad Científica Argentina y el gobierno de la provincia, que costearon la mayor parte de los gastos de viaje.
Si ese viaje no realizó todas mis esperanzas, no fué por falta de voluntad: encontré las tribus andinas hostiles y tuve que retroceder desde la Cordillera.
Verificada la excursión a la Patagonia Setentrional por tierra desde Buenos Aires, iniciéme en el arte de viajar en las pampas, acostumbrándome a las fatigas inherentes, y de allí resolví la exploración del río Santa Cruz que trato en los capítulos siguientes de describir en extenso.