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y recoger allí los datos buscados, vale mucho más que leer todas las relaciones de cronistas, que ge­neralmente no son abundantes de verdad.

Otro motivo que me impulsaba a viajar en el interior de la Patagonia, era la escasez de conoci­mientos que tenemos sobre su geología y geo­grafía.

Quizás donde las cartas geográficas presentan grandes claros, existían nuevos ríos, lagos y mon­tañas que las completarían y modificarían al mis­mo tiempo, y la atracción de lo desconocido me arrastraba a buscarlos.

Por ese tiempo, a mediados de 1874, el gobierno nacional resolvió enviar a Santa Cruz el bergan­tín goleta Rosales comandado por D. Martín Guerrico y con consentimiento oficial me embarqué en él en compañía del Dr. Carlos Berg.

Salimos en agosto y regresamos a fines de di­ciembre. En los cuatro meses que duró la excur­sión, visitamos dos veces el Carmen y una la ba­hía Santa Cruz, donde nos detuvimos menos tiem­po del que pensábamos, pues nuestras intenciones eran ascender el río hasta sus nacientes. Motivos que no es este el lugar de enunciar, nos impidie­ron llevar a cabo nuestro programa en esa parte. Las dos visitas al Río Negro dieron por cosecha ochenta cráneos de indígenas antiguos, más de quinientas puntas de flechas, trabajadas en pie­dra, muchos otros objetos y algunos cráneos y utensilios de los actuales.

Los acontecimientos políticos que tuvieron lu­gar en ese año influyeron para que ese viaje no fuera más prolongado y provechoso; sin embargo, había conseguido entenderme con algunos indios sometidos a la autoridad nacional y había entre­visto la posibilidad de efectuar un viaje a través de la Patagonia. Allí encontraría lo que buscaba.

De vuelta a Buenos Aires, mi nuevo programa